lunes, 2 de abril de 2012

Duermo con otro hombre ( segunda parte)


Al contrario de Jeannette, quien no acostumbrada a tanta paz, “revienta” 
repetidamente. Pierde la concentración en el trabajo. La ira, el desconcierto y la 
falta de motivación provocan incesantes ataques de llanto y pánico. Lloriquea 
por cualquier cosa. Carlos la abraza y no sabe cómo ayudarla.
La pena que la agobia no le permite seguir trabajando y sólo consigue 
hacerse cada vez más amiga de la cama, hay días que únicamente se levanta 
al baño. Carlos preocupado, se limita a pedir por teléfono comidas preparadas 
para no molestarla, cuando la visita.
Es así como poco a poco, Jeannette comienza a cuestionarse su vida al 
lado de él. El alejamiento de la vida social y la inmutable renuncia a su añorada 
cámara fotográfica contribuyen al fastidio y desapego.
Una noche de invierno, mientras duerme sola, pues Carlos pernoctaba 
en la clínica, despierta abruptamente. Un grito desgarrador sale del alma con 
mil preguntas:
- ¿Qué le han hecho mi Carlos? ¡El de antes me agarraba con ganas, 
me apretaba masajeándome! ¡Ya no tenemos reconciliaciones! ¡No tiene ganas 
de hacerme el amor en otro sitio! ¿Qué le pasó? ¡No es el mismo! ¡Siento que 
me acuesto con otro hombre! ¡Es horrible, es un extraño!- Exclama con gritos a 
todo pulmón, mientras lanza las almohadas y golpea una y otra vez su cabeza 
contra la pared.
-¿Lo hice yo? ¿Yo lo cambié al llevarlo a rehabilitación? ¿Cómo es 
posible? Esperar tanto para nada. Yo misma lo llevé a la clínica y miren lo que 
me devolvieron ¡Otra persona! Quiero al Carlos de antes, lo amaba, me volvía 
loca. No me puedo acostumbrar ¡No puedo más!- Termina diciendo mientras 
lágrimas estrangulan su garganta y los sollozos retumban en la habitación.
Vomitando y casi desmayada logra llegar al baño- Esto no me puede 
estar pasando, algo tengo que hacer.
 Sola y cansada de su monólogo de interrogantes, se repite una y otra 
vez: -Parece que me equivoqué. ¿Y si hubiese aceptado la ayuda de la loquera 
para mi también? Parece que la falta de pastillas me pone mal, le diré a la 
Mary que me las reponga ahora mismo…será mejor.
 Minutos siguientes encuentra el añorado teléfono que yacía bajo su 
cama.
-¿Aló Mary?
-¿Jeannette?
-Oye… te cuento que no he podido tomarme los antidepresivos y...
-¡Qué! ¿Desde cuándo?
- Es que no las encuentro, ¿puedes traerme algunas pastillitas ahora 
mismo?
-¡Estúpida, No hagas más esta gracia! ¿No te das cuenta que los 
antidepresivos no se interrumpen de golpe? ¡Es serotonina sintética! El cerebro 
se acostumbra y cuando las dejas de golpe, te quedas sin nada. Tu cerebro no 
la segrega por sí sola ¡Es peligroso!-Le dice gritándole.
-Ya vas a empezar a hablar de esas guevás que sólo tú entiendes, 
tráelas pronto será mejor-Responde Jeannette un tanto ansiosa.
-Voy para allá ¡No te encierres! Sale a tomar aire mientras llego, me 
demoraré un poco, estoy saliendo del hospital, me tocó turno de noche…
 -Ya…ya… como tú digas.
Tras unos momentos en silencio, siente la necesidad de salir de su 
apartamento. Luego de tomar asiento en la escalera de servicio, prende un 
cigarro. Al parecer su mente se detiene, un suspiro profundo le sigue a unas 
lágrimas que caen por su resentido rostro, le duele el pecho, siente el 
abandono, la soledad y la indiferencia como un pedazo de hielo incrustado en 
el estómago. Moviendo la cabeza de un lado a otro como un péndulo, se 
convence que nada tiene sentido.
 Las nuevas conversaciones de Carlos las han desmotivado aún mas, 
solo habla de “la caleta”, sus camaradas, el “Doc”, el cuaderno del autocontrol, 
la meditación, su nuevo mundo.
Sin duda quedaban atrás los juegos de pellizcotes y empujones, las 
violaciones encubiertas que tan feliz la hacían, las caricias violentas como las 
llamaba, pero caricias al fin.
 La inunda un sentimiento de frustración, un clima de inconformismo. El 
dolor y la desarmonía le queman el alma. Sólo el sufrimiento la acompaña, tan 
inaguantable a estas alturas que decide atesorar las palabras: ¡Basta! ¡No vale 
la pena seguir así!- define.
 Como una sonámbula se levanta y empieza a subir peldaño a peldaño 
para llegar a la azotea del edificio. Camina con la mirada fija. Observa la 
panorámica de toda una ciudad, el viento fuerte le revuelve su cabello como 
para ventilar su cabeza. Poco a poco se acerca a la cornisa de cemento, 
levanta su descalzo pie para apoyar el otro encima del muro de la azotea, abre 
sus brazos como quien pide un abrazo ante su decisión. Un sentimiento de
libertad la inunda- Me siento mejor, ya nada me preocupa, quiero descansar- 
declara- Segundos después se lanza al vacío.
Imaginando la sonrisa de Carlos, la atormenta la última pregunta que la asalta 
mientras va cayendo: ¡Una carta, una carta! ¿Cómo no le escribí una carta para 
despedirme?

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Este cuento fue publicado en la Antologia "Locuras y otras irrealidades" en compañia de seis escritores: I.C Tirapegui; Marcelo Casares; Mademoiselle Briggette; Anónimo 7; Horacio Guzmán y D.R.Ricaldi.

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